Esperas paciente, que llame a tu puerta,
delicadamente envuelta,
o la buscabas al salir de casa,
junto a la papelera rota,
en el aire estanco y pesado,
preso de una calle minada de cacas,
que levanta al sol sus plegarias de ropa?.
delicadamente envuelta,
o la buscabas al salir de casa,
junto a la papelera rota,
en el aire estanco y pesado,
preso de una calle minada de cacas,
que levanta al sol sus plegarias de ropa?.
A cuarenta minutos/pierna de casa
Y aunque no quiero dar consejos, ni debo,
prueba un día a ponerte las piernas,
rompe la gravedad del cemento,
que encostra las almas más tiernas,
oprimiendo su pecho y cabeza,
y no la busques,
deja sea ella quien te encuentre,
proscrita que alejada orbita
del anillo de turbia razón,
que nos protege y esclaviza,
y siente su crepitar,
apoyada contra los siglos,
nutrida de corpúsculos de fuego,
y recuerdos a tierra movida,
aletea silvestre junto a la brisa,
no sabe de crisis ni malas noticias,
tan solo de sombra y cobijo,
lechos de ríos secos y umbrías,
libre cabalga evitando ser detenida,
por centinelas que ordenan silencio, manos arriba,
en laberinto de ordenado acero,
que cambia la luz por niebla marchita,
los tallos de hierbas se vuelven colillas,
ideas amordazadas en legales vertederos,
donde las noches más bellas pagan,
impuestos por llegar tarde a vestirse,
convertidas en humo hechicero,
en mendigas que ultrajadas claman,
BELLEZA!, con su puesta de voz más triste.
prueba un día a ponerte las piernas,
rompe la gravedad del cemento,
que encostra las almas más tiernas,
oprimiendo su pecho y cabeza,
y no la busques,
deja sea ella quien te encuentre,
proscrita que alejada orbita
del anillo de turbia razón,
que nos protege y esclaviza,
y siente su crepitar,
apoyada contra los siglos,
nutrida de corpúsculos de fuego,
y recuerdos a tierra movida,
aletea silvestre junto a la brisa,
no sabe de crisis ni malas noticias,
tan solo de sombra y cobijo,
lechos de ríos secos y umbrías,
libre cabalga evitando ser detenida,
por centinelas que ordenan silencio, manos arriba,
en laberinto de ordenado acero,
que cambia la luz por niebla marchita,
los tallos de hierbas se vuelven colillas,
ideas amordazadas en legales vertederos,
donde las noches más bellas pagan,
impuestos por llegar tarde a vestirse,
convertidas en humo hechicero,
en mendigas que ultrajadas claman,
BELLEZA!, con su puesta de voz más triste.
A cincuenta minutos/pierna de casa.