En la curva de tus labios,
anidan los trinos de las aves,
acordes de largo que vestidos de gala,
enmarañan tus cabellos al verano,
perfumados por la magia de un hada,
y de la tinta del rocío,
que escritura la mañana.
¿No sabes de qué te hablo?.
Imagina pues, un océano mutilado,
una cuna de sollozos,
o un monte quebrado por el rayo humano,
el silencio posado en las ramas,
o un brisa que precisa,
tres visados para unirse al alba.
Un amanecer que febril tose,
por el virus de la desgana,
vomitando nubes de sangre,
que manchan nuestra mirada.
Albinas cumbres que se ablandan,
ante los focos de la falacia,
cambian piedras y senderos,
huellas, calor y esfuerzo,
por la mórbida frialdad,
de unas escaleras mecánicas.
¿Todavía no adviertes nada propio,
detrás de tus entrañas,
tu parte más fiel, antigua, inmaleable,
alejada de modas y temporadas,
capaz de percibir la belleza,
la de siempre, la no dictada,
la que fluye tras tu ventana,
tras las calles asfaltadas,
la que por el río descendía,
cuando de niño lanzabas pedradas,
y ahora, muere como cualquier día,
por la cruel pereza devorada?.
Es hora de tomar las armas,
libros, pensamientos propios, respeto,
y palabras meditadas en silencio,
que pesen poco,
como aviones de paja,
para ser lanzados,
junto a mariposas de esperanza,
que pinten la yerba de verde,
de marrones la labranza,
liberen las flores de su sequía,
y se posen en las sábanas ocres,
que al sol tu madre tendía,
lavadas con agua de fuente y ceniza,
como antes de haber televisores,
antes de perder la sonrisa,
cuando un fuego por la noche,
ardía sólo con vino y poesía.
¿Eres de letras, verdad?,
lo suponía, yo fui de ciencias,
y terminé por comprender,
que también en matemáticas,
para cualquier “equis” muy propia y subjetiva,
existe una “y” de sentimientos,
que tiende a buscar las palabras más bellas,
que definan el álgebra de un alma.
Un poema de complementos pletórico de imágenes como para remover el polillero de las ideas y refrescarse.
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