Busco a veces entre lenguas muertas,
fonemas de atardeceres perdidos,
letras que abran sublimes puertas,
sones encantadores del fuego,
grafías de magma y mareas,
poemas que tañen los diez sentidos,
ocultos trazos, que chamanes y devas,
esculpían sobre el agua de ríos,
tatuaron la piel de las rocas,
y el tiempo sepultó con descuido.
Las froto con manos calizas,
los limpio del olvido y al sol extendidos,
añoran la templanza y nobleza,
de los labios que les dieron sentido.
Con hilo de versos sin estrenar,
los anudo en semántico collar,
para lentamente y sin molestar,
asomarlos con modestia y sigilo,
al altillo de un cielo por estrellar,
del cual por sus ojos adivino,
hoy, nacerá huérfano de luna,
y como espejo bien bruñido,
como anciano recién parido,
calza su vaho de frescura,
y reclama con sabia hermosura,
perseguir la serena de una diosa,
la cruel belleza sumergida,
en planeta de azulada hambruna,
preciosa piedra a llantos pulida,
que en trágica armonía,
late ajena y gira suspendida,
las bellas noches de cada día.
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