Partía de casa con la certeza,
de poder pintar su dulce sonrisa,
calcar la luz de sus ojos, sin prisa,
reflejadas por la naturaleza.
Su magia busqué en noches alumbradas,
de hogueras prendidas por viejos sabios,
en lejanas playas, por tiernos labios
de espuma blanca de mar, besadas.
Echado en alfombras de miel y trigo,
al cielo rogué su azul y amarillo,
deseando rozar el divino brillo,
que me apresa si su mirada persigo.
En rojos atardeceres, de fuegos
artificiales que el sol estallaba,
sobre olas que la brisa peinaba,
al salino deleite de mi sosiego.
Fracasado al fin, por tratar de medir,
dunas con la curva de sus mejillas,
meandros con el compás de sus cejillas,
manantiales con su limpio sonreír.
Regreso de tierras aún por descubrir,
soñadas por dioses que casi he visto,
mas ya, de buscar quimeras desisto,
gozando el momento, de verla vivir.
.
.
Si mal no recuerdo
ResponderEliminaresa dulce y limpia mirada
esos ojos tan abiertos
y esas cejas tan tensadas
son de un tesoro querido
todo sol
todo claridad
todo brillo.