Érase una vez un padre de familia con un trabajo al que dedicaba muchas horas llegando siempre tarde a casa. Su hijo celebraba al día siguiente su séptimo cumpleaños, y su madre le preparó una fiesta en casa para él y sus amigos. El niño le preguntó a su padre si llegaría temprano al día siguiente para poder estar en la fiesta. El padre por supuesto, le prometió que así lo haría. Pero al día siguiente, nuevamente tenía tanto trabajo que se obligó a llevarse consigo un montón de papeles con la idea de continuar en casa.
Al verlo llegar, su hijo se puso muy contento, aunque poco le duró la alegría pues el padre le dijo que antes de estar con él necesitaría unas horas en su despacho. El niño le dijo enfadado que esto no era lo prometido. El padre, viendo que su hijo insistía, le propuso algo que le permitiría estar tranquilo y terminar con su trabajo. Encontró una revista cuya portada era un mapamundi con todos los países. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de celo se lo entregó a su hijo diciendo:
-Como sé que te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo roto para que lo repares sin ayuda de nadie. Cuando me lo traigas reparado me uniré a tu fiesta.
El padre calculó que al pequeño, sin el conocimiento suficiente en geografía, le costaría varias horas recomponer el mapa, pero no fue así. Pasados unos minutos escuchó la voz del niño que lo llamaba:
-Papá, papá, ya lo he terminado!.
Al principio el padre no le creyó. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes, pero para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz de hacerlo? De esta manera el padre preguntó con asombro a su hijo:
-Hijo, tú no sabías cómo era el mundo ¿cómo lo has conseguido?
El niño respondió:
-Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado había dibujada la figura de un hombre. Así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo.
El padre no tuvo más remedio que dejar su trabajo y acompañar a su hijo a participar en los juegos de la fiesta.
A veces a problemas aparentemente sin solución, si les damos la vuelta y los miramos desde otra perspectiva, tal vez podremos encontrarles una. Siempre existe una forma de resolver las cosas.
Dentro del frasco de mayonesa, en primer lugar hay que meter las pelotas de golf, después las canicas y por último la arena. Jugar con tu hijo es una pelota de golf.
No podemos pretender solucionar los problemas del mundo sin antes arreglar el interior de cada una de las personas que lo componen.
Al verlo llegar, su hijo se puso muy contento, aunque poco le duró la alegría pues el padre le dijo que antes de estar con él necesitaría unas horas en su despacho. El niño le dijo enfadado que esto no era lo prometido. El padre, viendo que su hijo insistía, le propuso algo que le permitiría estar tranquilo y terminar con su trabajo. Encontró una revista cuya portada era un mapamundi con todos los países. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de celo se lo entregó a su hijo diciendo:
-Como sé que te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo roto para que lo repares sin ayuda de nadie. Cuando me lo traigas reparado me uniré a tu fiesta.
El padre calculó que al pequeño, sin el conocimiento suficiente en geografía, le costaría varias horas recomponer el mapa, pero no fue así. Pasados unos minutos escuchó la voz del niño que lo llamaba:
-Papá, papá, ya lo he terminado!.
Al principio el padre no le creyó. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes, pero para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz de hacerlo? De esta manera el padre preguntó con asombro a su hijo:
-Hijo, tú no sabías cómo era el mundo ¿cómo lo has conseguido?
El niño respondió:
-Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado había dibujada la figura de un hombre. Así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo.
El padre no tuvo más remedio que dejar su trabajo y acompañar a su hijo a participar en los juegos de la fiesta.
A veces a problemas aparentemente sin solución, si les damos la vuelta y los miramos desde otra perspectiva, tal vez podremos encontrarles una. Siempre existe una forma de resolver las cosas.
Dentro del frasco de mayonesa, en primer lugar hay que meter las pelotas de golf, después las canicas y por último la arena. Jugar con tu hijo es una pelota de golf.
No podemos pretender solucionar los problemas del mundo sin antes arreglar el interior de cada una de las personas que lo componen.
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