Allá donde la mar en su intento,
de tomar la costa indefensa,
armada de sal y de viento,
fracasa y se rompe deshecha.
Allá donde las olas lejanas,
rinden su salitre al romero,
a los pinos que blanden sus ramas,
en solitarias calas de espliego.
Allá donde susurra la paz,
recuerdos de luchas a hierro,
en torres de piedra sin piedad,
ni cristiana ni de sarracenos.
Allá donde verde y azul,
pugnan por un trozo de cielo,
por un fotón indeciso de luz,
por un palmo del sendero.
Quedé en los puntos suspensivos de este homenaje. Reconocimiento a una tierra que tuvo que aguantarse todo.
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Bienvenida Laura.
ResponderEliminarUna tierra misteriosa,
como sin tiempo,
hecha de antiguos colores,
sonidos de siempre,
y olores de monte que niegan
lo que la vista no puede ocultar.
Un pequeño refugio del alma, casi sin ocupar.