Compartimos la habitación de un hostal, en temporada baja, junto a un peñón amurallado, que nos brindó un día sólo para nosotros, cogidos de la mano, salimos al balcón de un atardecer de ensueño.
Compartimos también, una plato de arroz marinero, entre risas, palabras y comentarios, trato amable, vino viejo, miradas limpias, inmunes al tiempo, sin interferencias, un día todo nuestro.
De noche la brisa marina,
subida en olas de plata,
nos despeinaba la rutina,
y llegaba tarde a sofocar,
un fuego que en la costa,
ya todo lo devoraba.
Y volví a besar al sol en la mejilla,
un nuevo parto como tantos millones de días,
pero no recordaba,
jamás haber estado tan consciente,
silencioso, expectante y vivo,
por si se arrepentía,
por si quedarse prefería,
un rato más dormido.
Paseamos una playa de inverno,
con un clima de primavera,
bajo la cálida luz otoñal,
que oblicuamente sanaba,
las heridas del verano.
Y de repente nuestras pisadas,
como los quince años compartidos,
fueron un recuerdo, un suspiro,
besados por la espuma,
barridas por el viento,
nos dejan un amor de hierro,
forjado con respeto y cariño,
ilusión y planes de futuro,
y dos estrellas caídas del cielo.
Bella emoción. Cuídela
ResponderEliminarhttp://enfugayremolino.blogspot.com/
Es muy bonito, muy emotivo.
ResponderEliminarUn saludo.
¿donde leñe está aquí el botón de me gusta???
ResponderEliminarSalvatore, acabas de pulsarlo.
ResponderEliminarUn placer teneros por aquí.
Inma; en tu rincón alguna vez he hallado la inspiración para terminar de encajar bien alguna de mis entradas.
Un saludo.
Bien podría tratarse del relato puro, sincero, ilusionado... de un recién enamorado.
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