viernes, 9 de noviembre de 2012
Lágrimas de resina.
Se limpió el barro que lo formaba,
y protegido por un manto de ignorancia,
olvidó estar solo de visita,
culpó al cielo y sus escribas,
de llevar colgando un ojo de venganza,
y una llave en el bolsillo,
que con apertura a distancia,
le mantenía las fuerzas intactas,
de terminar con las migajas,
separar la carne de las bestias,
especular con la materia,
dar un último trago de soberbia,
imponer con firmeza sus creencias,
cultivadas con el grano de los medios,
el vaivén de las modas,
y agua desalada de la ciencia.
-No habrá suficiente amor para todos-,
-no importaba-, le decían,
lo buscarían en lejanas galaxias,
lo extraerían de las entrañas,
que luego llenarían con despojos,
de sus propias batallas.
Nadie le pudo advertir,
pues había olvidado ya a sus muertos,
y lo que hablaban frente al fuego,
cuando los pastos eran cuidados,
por poetas con rebaños,
que vadeaban furiosos ríos,
por el deshielo de cometas,
desayunaban tazones de rocío,
con las manos color de tierra,
y el alma limpia de vicios.
una almohada de hierba,
una manta de estrellas,
trabajo duro, duro ejercicio,
bastaba para cambiar de luna,
del modo más propicio.
Se tarareaba en las escuelas,
la canción del mínimo esfuerzo,
del progreso si es con beneficio,
que la vida antigua se termina,
la llevaban a un precipicio,
donde se despeñan los sueños,
donde lo sencillo se aniquila,
y se pagan altos precios,
por las medallas autocondecidas,
por olvidar a los ancestros,
padecer felicidades fingidas,
por olvidar los bosques más bellos,
llorar sus lágrimas de resina.
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