jueves, 1 de noviembre de 2012

Mañana festiva.



En el día de todos los Santos,
he puesto mi alma entre hierros,
la he paseado por la fresca mañana,
caminito del cementerio,
y me he entretenido entre viejas colinas,
almendros, ermitas y olivos,
todas amadas por mis ancestros,
todas me preguntaban bajito,
¿por qué te tropiezas hoy con los muertos,
como tantos españolitos?









que yo los recuerdo en mayo,
o el día que los necesito,
como aquel día en la casa del río,
mis hijas poniendo la mesa,
y tomaron mis ojos sin previo aviso,
descendió sobre mí, su gozo y su pena,
por haber dejado el mundo de los vivos,
antes de poder besar las flores,
más bellas que jamás habían visto,
dejándome unas lágrimas tan dulces,
que brotaron como agua del grifo,
temblando de amor, me besaron la frente,
se fueron de nuevo, tal como habían venido.







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