Esa mañana me di cuenta que tenía un poder especial, superior al mayor poder político, religioso, económico o social que pudiera imaginar. Nacía de mi interior, cada día, justo antes de salir el sol.
Con él era capaz de ascender cualquier cima y una vez allí arriba sentir la paz y seguridad que antes de un día, si me pusiera a caminar, alcanzaría el punto más lejano que mi vista pudiera tocar.
Se alimentaba del silencio,
tras pasar la tempestad,
orgulloso del esfuerzo,
necesario para amar,
humilde y poderoso,
me crecía en soledad.
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