viernes, 30 de julio de 2010

Saber esperar.

Esperamos en una playa de verano atestada de gente.

Esperamos a que el sol fuera mostrando poco a poco su fatiga por el severo y continuado castigo infligido con sus látigos amarillos contra cientos de cuerpos, que como girasoles, iban variando sus hamacas para recibir mejor los ardorosos azotes.

Esperamos a que descendiera la intensidad lumínica que posibilita volver a mostrar los ojos escondidos tras unas gafas de sol.

Esperamos que volviera a sonar la música del mar sobre la de gritos, raquetas, chuts, móviles...

Esperamos que apareciera el primer astro inofensivo brillando en el cielo.

Esperamos a que cientos de peces aparecienran entre las rocas a buscar su cena.

Esperamos que las sombras de la tierra se fueran deslizando mar adentro.

Y llegó. El momento mágico.


viernes, 23 de julio de 2010

La noche me cuenta...


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A veces la noche se acuesta a mi lado,
lame en silencio mis ojos dolientes,
quemados por brillos de plata flotantes,
a sogas de sal y espuma amarrados,
en mordidas calas blancas.
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.A veces la noche me cuenta sincera,
la historia de una bella luz, enamorada,
que vergonzosa palpita por su sombra amada,
portada del brazo de una noche altanera,
que sonroja a su paso las nubes blancas.
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.Después se levanta y se viste despacio,
zapatos de alba, camisa de brisa azulada,
pero... recuerda antes de su marcha,
besar mi frente con los labios frescos
del primer trino de un pájaro.

lunes, 12 de julio de 2010

Y tú, qué sabes hacer?

En su camino, Siddharta se encontró con un río que no podía cruzar sin barca.
Como no tenía nada, pidió al barquero, que lo cruzara sin cobrarle. El barquero aceptó, y esa noche le dio cobijo.
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Al día siguiente, de camino a la ciudad, se encontró con un hermoso parque. Paseando por ese parque, se encontró con Kamala, la cortesana, una hermosa mujer reclinada en una litera dorada que iba con su comitiva.
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Al día siguiente pidió audiencia a Kamala y ésta aceptó. Cuando se encontraron, Siddharta le pidió a Kamala su sabiduría. Ella se echó a reír y le dijo que ella enseñaba su oficio a la gente que venía a verla bien vestida y con dinero. Siddharta le contestó: - Ya empiezo a aprender de ti, pues para venir a verte me he afeitado y llevo aceite en el cabello. Es poco lo que me falta: ropas elegantes y dinero.
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Su respuesta, le hizo gracia a Kamala, que le preguntó qué sabía hacer. Siddharta contestó: - Sé pensar, esperar y ayunar. También sé hacer versos, leer y escribir.
Pasados unos días Kamala puso en contacto a Siddharta con un rico comerciante llamado Kamaswami.
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Cuando Siddharta se entrevistó con Kamaswami, éste le pregunto qué es lo que sabía hacer. Siddharta de nuevo contestó: - Sé pensar, esperar y ayunar. -¿ Y para qué sirve?, preguntó Kamaswami. - Pues, por ejemplo, si yo no hubiera aprendido a ayunar, hoy mismo tendría que aceptar cualquier empleo, pues el hambre me obligaría, pero como puedo contener el asedio del hambre, puedo esperar... puedo decidir, puedo ser más libre.
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El otro día se me ocurrió esperar como hacía Siddartha, ... se me colaron 10 personas en el turno de la carnicería. Además perdí el tren, ese que dicen pasa sólo una vez en la vida.
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Otro día traté de meditar, y me llevaron a un psicólogo que aseguraba que yo tenía un síndrome con un nombre muy extraño, dijo que debido a una infancia muy dura.
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El otro día traté de ayunar y no pude lograrlo porque jugaba la selección, la final de un campeonato muy importante, y había quedado con unos amigos a cenar pizza y unas cervezas.

viernes, 2 de julio de 2010

Un pedazo de inmensidad.






Volví a correr los acantilados de Fornells.

Tres años después, conseguía repetir una de las experiencias más gratificantes e impactantes que he vivido.
Sentir mi aliento, arriba en las peñas cómo se abraza de nuevo, tembloroso, a la brisa de un azul tan enorme y limpio que los ojos necesitan tiempo para acostumbrarse a tanta libertad ofrecida.

Mis pies son golpeados por cuchillos hostiles que tratan de hacerme desistir de avanzar hacia una inmensidad desconocida.

Comprendí el sentir de unas solitarias piedras, ignoradas por el paso de los siglos, despreciadas por distintas civilizaciones, maltratadas por tempestades, cocidas en sal por soles implacables y afiladas de noche por cinceles de hielo. Unas piedras olvidadas, que reaccionan agresivamente ante un intruso de carne débil, que trata de descubrir sin permiso, los secretos tan celosamente guardados entre los pliegues de sus selladas páginas.