viernes, 20 de septiembre de 2013

Delicadamente.




Aprendí a usar el tiempo,
de barcaza de distancias,
me alié con el silencio,
para no meter la pata.

Acordé con el esfuerzo,
reparar algunas faltas,
oculté todos mis miedos,
bajo el pliegue de tu falda.

No le temo ni a los truenos,
ni a la cruel desesperanza,
que se extiende por los medios,
y mutila tantas almas.

Pero ahora que recuerdo,
sí que hay algo que me asalta,
y es que pierda lo más bello,
si una tarde llego a casa.

Y me encuentro por el suelo,
la ilusión de tu mirada,
y que no halles más consuelo,
y que arrojes la toalla.

Y te abraces a mi cuello,
y tus hijas extrañadas,
que no sientas que te quiero,
y te olvides de adorarlas.


Y ahora mando yo y te ordeno,
recoger todas tus penas,
expulsarlas de tus sueños,
y quedarte con tus fuerzas.

Que a este punto de mi vida,
puedo amarte sin tocarte,
con cuidado acompañarte,
paseando por tu orilla.

Tu recuerdo en alegría,
bastaría por saciarme,
y de sobras contentarme,
por el resto de mis días.