martes, 2 de septiembre de 2014

A fuego y escarcha.


Podría emplear la mitad de mis vidas,
deambulando por entre sus curvas,
vulgares, sedientas, desnudas,
de monte bajo, almendros y viñas
y acariciar sus paredes de piedra,
que apiladas contra el olvido,
se abancalan frente al abismo,
por mantener tres palmos de tierra.
Barrancos secos redoblan sus ecos
desplomados entre oro y cigarras,
girar de carretas, golpes de azadas,
senias que engranan las bestias al cielo,
aljibes de cal vacíos de agua,
familias unidas a fuego y escarcha,
silencios rotos por el crujir los tiempos.









... y casi sin salir de casa.