sábado, 31 de diciembre de 2011

Año viejo.





Dos mil doce me pedía un soneto,
hecho de anhelos que lleve la brisa,
de planes futuros que fueran la envidia,
de varios cuartetos y un par de tercetos.

Dejadme que hoy, el día más viejo,
le ayude al sol a salir por Ibiza,
tome mis gafas y dos zapatillas,
y vuelva a sentirme el ser más despierto.

Propongo, dejar de mirarme al espejo,
bajar un marcha, pasar de las prisas,
llenarme de esfuerzo, no ver las noticias,
juntarme con libros que me hablen en verso.

Mantener mi corazón siempre abierto,
no dar un consejo ni que me lo pidan,
dejar que la luna sea quien me desvista,
jugar con mis hijas al baloncesto.

Pretendo no ser un hombre perfecto,
por evitar salir en las revistas,
decir sin gritar mi punto de vista,
y no predicar más que con ejemplos.

Será mi recuerdo después de muerto,
mi parte sin peso, mi alma sencilla,
libertad, ilusión y una mochila,
con agua, azúcar y un par de sueños.

Pido deporte, que alimente mis fieras,
algunas cervezas, también extranjeras,
compartir mi alegría con los que quiero.

Seguir caminando junto a mi pareja,
gozar de lo simple y su oculta belleza,
sentir la vida como un puro misterio.









jueves, 29 de diciembre de 2011

Esfuerzo.






Como muchos de vosotros sabéis, me gusta subir en patinete.

Cuanto monto sobre sus graciosas curvas, es como asomarme a una gran ventana del pensamiento, donde poder alejarme un momento del ruido a contemplar el discurrir de la vida. Su aparentemente frágil fisonomía, no le impide atravesar por estrechos senderos de montaña, subir empinadas cuestas, descender por caminos rotos de piedras. Todo ello, en completo silencio, con el máximo respeto a la naturaleza y mucho esfuerzo. El hecho de ir de pie, no sentado, permite ese punto extra de relajación a la hora de disfrutar de los paisajes por donde paso, que no me ofrece la bicicleta.

Cuando voy con él por ciudad, son las personas mayores y los niños quienes más se fijan, y a los que más sonrisas provoca. Los ancianos son los más atrevidos, los que incluso me paran, me preguntan, sin ninguna vergüenza, pues es tontería tenerla cuando uno ve que se le escapa la vida, tal vez les recuerde a aquel juguete que tuvieron en la infancia, de madera y trapo, pintado con ceras, sin baterías, ni luces, ni cables que lo muevan, que tan solo funcionaba con imaginación, esfuerzo, sonidos de la boca y la colaboración de otros amigos para inventar con él nuevas aventuras.

Una de las cosas que enseña el patinete es a apreciar el esfuerzo individual, como un tesoro que nadie te podrá arrebatar jamás. Pese a los muchos, continuos y alabados cantos de sirena de nuestra sociedad enfocados a que todo sea más cómodo, automático, climatizado, fácil, rápido, barato, sencillo (hasta que se estropea), el patinete se alza como una metáfora tan simple y pacífica como inexpugnable, ante el reiterado bombardeo de aviones del bienestar que tan solo pilotamos unos pocos y que seguramente terminarán abocándonos a un colapso de recursos y desigualdades.

Esos ratos que comparto con el patinete, son los que permiten que ideas, pensamientos, palabras bellas, fluyan a mi cabeza como si llegaran a una gran ciudad tras un largo puente a través miles de ensanchadas autopistas por pulsaciones y jadeos. Un poeta de barrio no necesita poner su alma ebria para tratar de bajar al subsuelo y recoger del hollín, los versos más negros y bellos que jamás vieron la luz de un libro. Para colocar cuatro frases y dos verbos sueltos, me basta con un poco de silencio, aire limpio, mi sudor, esfuerzo y un trozo de cielo.

Dicen que una de las causas de nuestra infelicidad como individuos de la sociedad que nos ha tocado vivir, es la imposibilidad de conseguir todo lo que nos gustaría tener, pero no nos damos cuenta que el primer paso hacia la felicidad pasa por utilizar la preciosa y oculta libertad que todos llevamos dentro, que supone armarse de valor y negarse a hacer muchas de las cosas que no desearíamos hacer. En el peor de los casos, el precio que habríamos de pagar sería el de nuestras propias vidas, pero aún así, seguiríamos siendo libres y habríamos vivido con más dignidad y algo más felices.



jueves, 22 de diciembre de 2011

De carne, hierro y fuego.





Con labios de sangre y manos de ciego,
palpo la tierra como el peregrino,
nacido a tientas sin ningún permiso,
con seis adjetivos y un par de verbos.

Persigo un universo ya en retroceso,
olas no alcanzan las playas, rendidas,
enormes dudas en flameantes piras,
y el viento no admite llevar más besos.

Soy ateo devoto y compasivo,
vigía del faro en plena tormenta,
no creo en tus dioses y en sus promesas,
ni en la forma en que fueron ungidos.

Escucho al que no halló fuerza en sus letras,
prefiero que me hablen como en suspiros,
tomando cervezas como unos amigos,
que le plantan batalla a las fieras.

Mis dioses son de carne sincera,
jardineros a turnos de un caído cielo,
que beben rocío con sabor a hierro,
y buscan trabajo de mil maneras.

Su esfuerzo diario, callados versos,
sonríen felices pese a sus penas,
como viejos pastores de estrellas,
que al fuego del alba, devoran corderos.



























martes, 13 de diciembre de 2011

Instinto.





¿Cuándo perdimos el instinto,
tan cuidado por los siglos,
y editamos tantos libros,
para criar a nuestros hijos?


¿No será que la razón,
ha sido presa del ruido,
y le impide oír los latidos,
y los susurros del corazón?.


¿Cuándo te sisaron lo sencillo,
y pagaste por lo divertido,
te lanzaron al gran bullicio,
mientras tomaban tu bolsillo?

¿Quién te había prometido,
vivir cien años de normalidad,
ser más, que una frágil casualidad,
lograr tener todo lo merecido?.


A cambio sólo habrás de pagar,
con brillar en contadas mañanas,
sonreír en la justa medida,
llorar en privado, a escondidas,
en tu linda jaula de porcelana.

A cambio tendrás que donar,
el brillo de tu azul mirada,
buscar entre saldos, tus sueños,
al vacío envueltos y mostrados,
en gigantes pantallas planas.

A cambio deberás dejarte arrastrar,
de la mano de la propia humanidad,
corriente abajo del gran río,
que absorbe tu esfuerzo y brío,
 y te seduce a dejar de remar.



Separarse del ruido,
escuchar latir el instinto,
allá donde habitan los sueños más puros,
huérfanos de existencias sin sentido.







Recelos








...y aquella primera lluvia caída sobre el lienzo de una mañana de otoño, separó los colores de sus joviales juegos. Ateridos de frío, los verdes se aplastaron contra el suelo, unidos entre sí frotándose con sus delgados tallos por darse calor, los grises alardeaban de una supremacía tan relativa, que cualquier pequeño cambio en el plano de referencia hubiera quebrado sus expectativas, y los marrones, ásperos, esperpénticos y desafiantes, mostraban su rudeza alzando sus imprecaciones a una existencia tan inocente y primitiva, incapaz todavía de compartir tonalidades, mezclar posibilidades, multiplicar reflejos, y tras todo éllo, asomado entre el vapor de la sauna del cielo, un tímido sol asistía perplejo a una infantil batalla de recelos.



domingo, 4 de diciembre de 2011

Mantener el fuego.



"Tendrás que seguir tú solo. Yo no puedo ir contigo. Tienes que seguir adelante. No se sabe lo que puede deparar la carretera. Siempre hemos tenido suerte. Tú la tendrás otra vez. Estoy seguro. Anda, ve. No pasa nada.
No puedo.
Tranquilo. Esto se venía venir desde hace tiempo. Ya está aquí. Continúa hacia el sur. Haz como hemos hecho hasta ahora.
Te pondrás bien papá. Tienes que ponerte bien.
No. Lleva siempre encima la pistola. Necesitas encontrar a los buenos pero no debes de correr ningún riesgo. Ninguno ¿Has entendido?
Quiero estar contigo.
No puede ser.
Por favor.
No. Tienes que llevar el fuego.
No sé cómo hacerlo.
Sí que lo sabes.
¿Es de verdad?  ¿El fuego?
Sí.
¿Dónde está? Yo no sé dónde está el fuego.
Sí que lo sabes. Está en tu interior. Siempre ha estado ahí. Yo lo veo.
Llévame contigo. Por favor.
No puedo.
Por favor, papá.
No puedo. No puedo llevar a mi hijo muerto en brazos. Pensé que podría hacerlo pero no puedo.
Dijiste que no me abandonarías nunca.
Lo sé. Perdona. Te llevo en mi corazón. Como te he llevado siempre."


Fragmento del libro  La carretera de Cormac McCarthy.




Termino de leer la última página del libro La Carretera de Cormac MCCarthy, me aplasto unas lágrimas que llevaban horas temblando contra mi cuenca ocular, la piel de mi corazón ha servido para forrar unas páginas  tan duras y desgarradoras como ,tal vez en un posible futuro de la humanidad, realistas. Una pesadilla en la que los supervivientes prefieren morir a ser los despojos de un mundo que se termina.





Y al momento mi hija me pregunta si me puede acompañar a correr por el campo. Subimos la cuesta de la ermita,  testigo años atrás de mi enlace sentimental con la mujer que comparte mi vida y es madre de mis hijas.






Continuamos disfrutando los dos, padre e hija, de una fresca mañana despejada, con olor a pueblo, el azul del cielo contrasta con el gris ceniciento que envuelve el cielo del libro, la verde hierba, con los troncos calcinados y los tallos muertos del camino, el aire limpio, con la lluvia de cenizas y los atronadores lamentos de una tierra extinta.



Y me pregunto,... os pregunto a vosotros, ingenieros, músicos, arquitectos, poetas, chapistas, banqueros, escritores, funcionarios, desempleados, blancos, reporteros, heteros, gitanos, profesores, cristianos, negros, budistas, licenciados, carniceros... ¿cuánto tiempo, por cuánto tiempo seríamos capaces de mantener vivo el fuego?.

Prefiero no saberlo.






viernes, 2 de diciembre de 2011

Exento de iva.





Oigo cómo mis huesos suplican,
sentir algo sincero y sin precio,
que sea mío y a la vez nuestro,
y de todos los que lo solicitan.

Lo busco en silencio, sin prisas,
entre suaves nubes de viento,
besando los bosques en su aliento,
tocando mis dedos la brisa.

¿Por qué será que elegí la lluvia,
para poder prevenir al espliego,
del calcáreo terror de los medios,
que acaparazonan millones de vidas,
hasta en anaeróbicas convertirlas,
pensamientos picoteados de miedo,
expertos en bonos y primas de riesgo,
y en soportar globales mentiras?.

Me vendían entradas por las esquinas,
al mágico mundo de los necios,
comprando felicidad a bajo precio,
poco esfuerzo y risas a medida.

Por eso preferí la playa y la caliza,
la luna reflejada en el charco,
el sol tensando su arco,
al arroyuelo que canta y salpica.
La eterna verdad del silencio,
mi alegría interna, exenta de iva.





martes, 22 de noviembre de 2011

Las cenizas de un alma.





Aquí te dejo mi alma, descoyuntada,
de sentirme a la vez querido y preso,
por extrañas sirenas del progreso,
que danzan canciones inacabadas.

Probé sanarla con tiritas dela Prada,
ungüentos de cava y polvos de Marte,
viajar con el sonido, en primera clase,
yacer en balnearios de agua salada.

Un tiempo leí poemas y textos sabios,
desayuné una cumbre cada mañana,
quebré mis huesos por las montañas,
cosidos los tengo de oro y titanio.

En gravedad cero, mi mente flotaba,
alabando la ciencia y todas sus metas,
negocié con el cielo, por tener mi cometa,
y distraerme del barro que pisaba.

Adormecido con vasos de tinto vino,
y polvos blancos de oscuras esquinas,
cenando en bahías, peces sin espinas,
lanzaba mis dudas en lujosos casinos.

Aquí devuelvo un alma ya de cenizas,
que no sirvió para mantener fuegos,
ni para alzar grises monumentos,
en honor del confort y las prisas,

no soportó ningún mandamiento,
abandonó la mesa donde brindaban,
no supo mantener las miradas,
de los nacidos con su halo muerto.



La justicia, la riqueza,
la cultura, la ciencia, la paz,
el progreso, el bienestar,
sólo para unos pocos,
pierden toda humanidad,
y pasan a ser... más despojos.







martes, 15 de noviembre de 2011

The most beautiful present.



En forma de regalo inesperado, dos libros de poemas llegaron a mis manos. Sus tapas, sus páginas, sus letras, desprendían un perfume a sentimientos que mi corazón ansiaba respirar y henchirse de ellos, disfrutar con los más bellos, respetar aquellos que le fueran ajenos, asimilarlos todos y tomarlos, como quien toma pequeñas cápsulas vitaminadas que le aportan mayor entusiasmo de seguir palpitando.

Me hablaron del origen de los libros. Venían de mar adentro, de donde las olas se gestan en el silencio de un inmenso vientre frío, allá donde el primer rayo de sol nacido, resulta ser la tangente que dulce muere sobre los ojos más queridos, justo donde flotan desordenados anhelos todavía no cumplidos, donde tan sólo las cosas muy pequeñas se salvan de los bandidos, y donde son los gestos más sencillos, los que rompen las distancias y esculpen lentamente las estatuas de dos nuevos amigos.





-"Look at the sky,
look at the sea and
you'll know where
the wind come from."

-Is it so easy?
I can't see anything...

-"You only have to feel it
and, at the end, you'll even
be able to smell it, and
you will know when
the wind will flow...
It's like a whisper"

I'm still in the way
to know how to
capturate it.
Sometimes I think I get it
but it is not true:
it runs away from me.

Patience is ofthen
a strange word,
'cos I still keep with me
the lights of her eyes
when she was sailing.

To the woman 
who showed me
how to catch the wind.

Del poemario "Cosas mías" de J.Sanchez Macías.






Las cosas más simples,
-las más sencillas-
son las que dan,
sentido a la vida.



Siempre lo había intuido, pero es bueno tener a alguien cerca que te lo recuerde.



Juan...Tnks for your present. I'll never forget it.




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Vadeveras


A Reyes, madre serena,

Eran velas de la mar,
hermanas gemelas,
amantes del gregal,
de esbeltas maneras,
lazadas en madera,
prensadas en metal,
madreselva en cabellera,
lacadas de brea,
navegaban ambas,
trenzadas paralelas,
plenas de esperanza,
de besar lejanas playas,
pasear  bajas vegas,
lamer atardeceres,
de naranjas placeres,
yacer en arenas calmas,
entre peces espada,
reyes de las mareas,
que danzaban alegres,
tras estrellas de mar,
que amarradas a ellas,
esperaban atentas,
que les narren la leyenda,
de aquella madre perfecta,
que al verlas nacer tan bellas,
les cantaba nanas rellenas,
de espesa crema materna.







Quisieron mutilar mi libertad,
les contesté sin rencor,
con un poema.




domingo, 6 de noviembre de 2011

Una visita al pasado...


...una reflexión de futuro.


Actualmente en nuestra sociedad civilizada existen tres dogmas indiscutibles que son la luz que alumbran e inspiran todos nuestros actos.

                              Conseguirlo con menos esfuerzo.

                                                                        Emplear menos tiempo en tenerlo

                                                                                                Pagar menos dinero por ello.


Este verano, en el conjunto etnográfico de Teixois nos enseñaron cómo vivían nuestros abuelos cuando todavía eran inmunes a estos tres mandamientos actualmente tan venerados, cuando los vecinos de una aldea no tenían más remedio que ayudarse unos a otros para subsistir, cuanto el tiempo lo marcaban las lunas llenas, las cosechas, las nevadas, cuando el planeta todavía respiraba calma por las mañanas.

En Teixois, con tan sólo desviar la quinta parte del agua de un pequeño arroyo y almacenarla en una balsa en altura, podían hacerla descender por varios conductos que impulsaban diversas hélices de madera de roble, cada una de las cuales desempeñaba una función.



Balsa o piscina donde se almacenaba el agua tomada prestada del arroyo.


El molino; cada vecino tenía derecho a utilizarlo un tiempo proporcional al tamaño de las tierras que poseía.

La piedra para afilar herramientas.


El batán se utilizaba para abatanar las telas golpeándolas en un recipiente refrigerado por la misma agua caída.


La caída de agua del Mazo, máquina con la que se batía el hierro para construir y moldear herramientas.


Mazo en funcionamiento.  Con tan solo el peso de la caída de agua sobre las aspas de roble, conseguía levantar un martillo de 2 toneladas que golpeaba ininterrumpidamente el hierro candente hasta malearlo con facilidad.



Después de realizar estos trabajos, el agua volvía a unirse a su cauce primitivo como si nada le hubiera pasado.




Me vino a la mente una frase que leí en la entrada de este blog  acerca de la biografía de Henry David Thoreau (1817-1862), naturalista y precursor de la conservación de la naturaleza.


"A menos que nuestros pies se planten por fin en la Naturaleza, todos nuestros rostros terminarán pálidos y descoloridos."





miércoles, 2 de noviembre de 2011

Desplazamiento.


Planteo mis desplazamientos como pequeños viajes, miniaventuras en los que trato de degustar al máximo cada rincón que me ofrece el camino. Por supuesto, selecciono aquellos itinerarios alejados de bullicios, de zarpazos entre neumáticos y asfaltos, de esqueletos de hormigón oxidados por la crisis, de grandes promociones publicitarias para Navidad.

Prefiero sentir la naturaleza, notar el cambio de las estaciones, participar en la danza de aromas que la lluvia arranca al golpear las flores y la seca tierra del suelo, oír los sonidos que bajan de los nidos, abrir los ojos, guardar silencio y respetar todo ese misterio.

Hoy en día lo que prima es tratar de llegar lo antes posible al destino. La duración del viaje es un concepto negativo, una losa que lastra nuestra libertad de disponer de un precioso tiempo extra, la mayoría de las veces dudosamente aprovechado en nuestra mejora personal o de la comunidad.




 Es tal la velocidad con la que vivimos nuestras vidas, que a veces no vemos las señales que otros han dejado para identificar nuestro camino.



martes, 25 de octubre de 2011

El pequeño río.



Es como encontrarte de repente con el curso de un río. No necesitas saber dónde nace, ni sus afluentes, ni la fuerza de su caudal, ni los molinos que mueve. Es suficiente con caminar a su lado, acompañarlo un tramo, escuchar la música de paz en sus remansos, su alegría en los angostos tramos, los agravios antaño sufridos, sentir las frías paredes que lo protegen, las umbrías que lo esconden y los olores que al invadir tus pulmones, explotan como dulces bombas de otoño y miel.












A cambio tan solo pide tu silencio, tu atención, tu respeto, que no le grites a la vida, que calles cuando hable el viento, y sientas como late, ese otro corazón, que llevabas más adentro y no creías despierto, unido de la mano del río, llena tus venas de libertad y misterios, que tan sólo muestra a ciertos amigos.






                                                 Fotos tramo vía verde del río Serpis.

miércoles, 19 de octubre de 2011

De camino a casa.


No puedo cambiar mi destino, ¿o sí?
Pero sí es seguro que puedo elegir el camino,
y disfrutar en él.


Llegando a casa, gozando de una brillante tarde de domingo.


Mi casa a la vista, es la del fondo a la derecha, la que está junto al mar, sólo he de bajar un par de pinares, seguir una acequia de riego y atravesar varios huertos de naranjos para abrazar a mi familia.

Ahora llegando por el puente del sur.


Otra de las sendas por las que discurre mi vida, vestidas de otoño.



Aún siendo incapaz de retener y explicar tanta belleza, cada vez que la encuentro, me siento atravesado por élla,... y feliz de poder elegir, a pesar de no ser ni el más fácil, ni cómodo, ni rápido, el camino que toma mi corazón y me lleva de la mano.


viernes, 14 de octubre de 2011

La luna y el circo



De madrugada, camino del trabajo, paso junto a un circo que ha acampado en un terreno donde no suele haber nada más que matorrales y bolsas de plástico quemadas por el sol. Sus tiendas, redes, cercados, jaulas, allí duermen en silencio, ocupando una llanura parcelada, bajo una luna inmensa que resbala sobre sus lonas. De repente, un olor a paja sucia, de animales que intuyo y no distingo, me transporta a un tiempo en que soy un niño, libre de compromisos, protegido por mis padres, preocupado sólo de jugar al fútbol y quedar con mis amigos.









Y sigo pedaleando, como cuando era un crío, atravieso la noche, ahora con cuarenta y pico, imagino payasos y tigres que sueñan junto a mi bici, hace tiempo me extirparon el miedo a lo conocido, comienza la función, se alza el telón, alumbra mi pequeño faro, un domador extrae intacta su cabeza de las fauces del león, siento en mis ruedas serenidad y equilibrio, el público responde con una gran ovación, engrano otra marcha, una carpa de ilusión bajo un firmamento de cautivos, y el frescor de la noche, que no consigue apresar de mi rostro una sonrisa, que fugaz vuela y huye, sin destino, tal vez por sentirme un instante como un rey despierto entre los vivos.







lunes, 10 de octubre de 2011

Todo lo que compartimos.


Compartimos la habitación de un hostal, en temporada baja, junto a un peñón amurallado, que nos brindó un día sólo para nosotros, cogidos de la mano, salimos al balcón de un atardecer de ensueño.





Compartimos también, una plato de arroz marinero, entre risas, palabras y comentarios, trato amable, vino viejo, miradas limpias, inmunes al tiempo, sin interferencias,  un día todo nuestro.





De noche la brisa marina,
subida en olas de plata,
nos despeinaba la rutina,
y llegaba tarde a sofocar,
un fuego que en la costa,
ya todo lo devoraba.




Y volví a besar al sol en la mejilla,
un nuevo parto como tantos millones de días,
pero no recordaba,
jamás haber estado tan consciente,
silencioso, expectante y vivo,
por si se arrepentía,
por si quedarse prefería,
un rato más dormido.






Paseamos una playa de inverno,
con un clima de primavera,
bajo la cálida luz otoñal,
que oblicuamente sanaba,
las heridas del verano.




Y de repente nuestras pisadas,
como los quince años compartidos,
fueron un recuerdo, un suspiro,
besados por la espuma,
barridas por el viento,
nos dejan un amor de hierro,
forjado con respeto y cariño,
ilusión y planes de futuro,
y dos estrellas caídas del cielo.