jueves, 10 de marzo de 2011

¿Nunca le has aullado a la luna?

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¿Alguna vez yendo a tu casa de regreso,
te has envuelto de noche y silencio,
te has sentido como nunca despierto,
y le has aullado a una luna de queso?

¿No sentiste en tus labios como un beso,
con sabor a vida y a nube de hielo,
cruzando pinares y puentes de miedo,
y fábricas ocres de humo blanco y espeso?
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¿Jamás pedaleaste por dejar de ser preso,
de tu lujosa celda de buena marca y hierro,
que alienta veneno al cielo y le exige dinero,
a una sociedad que anda ya con sobrepeso?
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Un día lo probé y recuperé aquel punto travieso,
que perdí al crecer y volverme más serio,
ayudé a mi madre, la nuestra, la del misterio,
y dejé de ser esclavo de un confort en exceso,
y sentí la brisa, el sol, y la lluvia de nuevo,
y tomé el control de mis propios huesos.
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Me siento bien al no dejarte huella,
ni en el aire que respiras,
ni en el asfalto que pisas,
ni en la música que te ofrece el viento,
y me alegro por ello,
y no te pido nada a cambio.

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