martes, 5 de octubre de 2010

Algo ha cambiado.





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Preña torbellinos de furias y pasiones,
renueva mi aliento de sueños y anhelos,
tensa mi alma sobre tela de lienzos,
esparce por ella tus cálidos marrones.
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Espejea tu luz por playas de quietud,
humedece de brisas, rincones diversos,
limpia ramas y arenas con tus lejanos versos,
de aromas llegados a incierta latitud.
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Sacude encinas, pinos, sauces con brío,
refresca valles, caminos, aceras,
extiende tu alfombra de hojas secas,
vence y destierra por ella al fogoso estío.
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Y mece en tu vientre al futuro retoño,
orna su cuna de amarillos florales y ocres,
pués nacerá en breve,
y crecerá de tu muerte, amado otoño,
mamando con fuerza de tus altivos pezones,
de leche y nieve.
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En apenas unas semanas, todo vuelve a la normalidad, playas desiertas patrimonio de la tercera edad, aguas limpias y tranquilas como vigiladas por tiburones y medusas de mar, caminos humildes sin apenas nadie a quien saludar, cielo limpio y despejado para volver a respirar.
Estamos en otoño.














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