jueves, 4 de noviembre de 2010

Tengo 3 minutos.




De tres minutos dispongo, para contarle a la humanidad,
que tengo 40 años y comparto mi vida, por mi propia voluntad,
con una dama a la que quiero, cuido, y respeto a la par,
que un día me regaló dos florecillas que perfuman mi despertar.
Afortunado soy, pues nací en lugar de paz, buen clima y mejor sanidad,
creciendo por campos de hierba y tierra, pensando sólo en jugar,
hasta que el sol en su declive me mandaba a casa para estudiar,
cayendo en mi cama rendido, soñando con mañana despertar.
Observo mi entorno cercano y mediano... y respiro felicidad,
pero a veces me da por subir cumbres y otear más allá,
y veo a lo lejos personas que boquean lamentos y lloran de verdad,
niños que les da por adelgazar, enfermar y abandonar,
a unas madres yermas de esperanza y lágrimas por derramar.
Otros maman miseria, penurias, barbarie y calamidad,
educados en el odio, sin conocimientos ni posibilidad,
huyen de su aldea, sin saber bien a dónde van,
alcanzando tierras de promesas, orden y mezquindad,
pues los mismos que explotan su pobreza, les acusan de robar,
el trabajo de sus hijos, de sus nietos y el pan sin hornear.
Brillantes naciones democráticas como ejemplo a exportar,
derribando dictaduras que molestan y no dan nada a ganar,
dirigentes electos por el pueblo, expertos en vociferar,
palabras de escayola, endurecidas por la falsedad,
marionetas manejadas desde arriba, desde áticos con mueble-bar,
atrapados por las mismas sogas que necesitaron para trepar,
olvidando los sabios preceptos que todos deberíamos recordar,
enseñados por contados maestros que nos quisieron alumbrar,
el rumbo de nuestro navío, si con él, no queremos naufragar.
¿No los recuerdas? piensa un poco antes de cabecear,
circulan por las web, en viejos libros, en premiados por la paz,
¿para qué tanta abundancia, progreso y bienestar,
si sólo unos pocos elegidos lo podemos disfrutar,
mirando al suelo, taponando los oídos a los llandos de ultramar?
Y digo yo, que no me gustan los dirigentes esclavos de la sociedad,
que muchos votos no otorgan la sabiduría para gobernar,
que sólo me ofrecen dos o tres colores grises cuando voy a votar,
y me dicen que me alegre de poder hacerlo en libertad,
y que calle cuatro años y cambie mis montañas por un centro comercial,
que no piense demadiado ni aspire a mi plena felicidad,
que me conforme con un buen trozo, el otro se lo quedarán,
para enviar galletas a campamentos y cohetes al espacio sideral.
No me gusta que me inculquen la obligación de triunfar,
adquiriendo aparatos y colores de ojos que no tenga nadie más,
pues tener, para mí, no es comprar, ni tampoco acaparar,
tener es gozar cada momento, por los valles, de la brisa, con la luz solar,
por eso soy más rico que los que abren cuentas en las Caimán,
mientras disfruto, poseo desiertos, playas, sendas, lagos y las olas del mar,
sin recelos, ni avaricias, ni temores, pues nadie me los ha de robar,
y cuando ya no las necesito, las respeto y las arreglo para los demás,
pues cierto es que estoy de paso y nadie hemos de perdurar.
Pese a todo les prometo ser feliz y esforzarme en mejorar,
aunque a veces necesito que el silencio me susurre su verdad,
ah! se me olvidaba, termina mi tiempo y no me iba a presentar,
mi nombre es David y me hice poeta de barrio, de una pequeña ciudad.

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