miércoles, 1 de enero de 2014

Troceando esperanzas.






No se me ocurrió una forma mejor de empezar el año que con un paseo en bicicleta, ayudando con la tracción de mi cadena a desencallar el tránsito de una limpia mañana que sin tener culpa alguna, había sido abandonada por la mayoría de una población que yacía inerte bajo los efectos de la cerveza y el ron de la noche anterior, herramientas de distinta graduación las cuales eran usadas en abundancia para tratar de trocear la intangible inmensidad de algo llamado tiempo, como largos vagones donde poder cargar a paladas de rabia, júbilo, temor, progreso y vanidad, todas aquellas flaquezas que esperaban algún maquinista se llevase bien lejos y poder así despertar con resaca en el mismo andén de la misma ciudad, preparados todos para subir a un nuevo vagón recién terminado de fregar.





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